Entre juicios y margaritas by Eneida Wolf

Entre juicios y margaritas by Eneida Wolf

autor:Eneida Wolf [Wolf, Eneida]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: romance
editor: Rocaeditorial
publicado: 2020-06-28T22:00:00+00:00


10. Demons

La oficina es un hervidero de cotilleos, y yo estoy en el centro de todos ellos. Maldito Max, seguro que él ha sido el primero en alentarlos. Al entrar en mi despacho, me encuentro con mi café y un ramo de rosas rojas con una tarjeta firmada por Will.

En serio, ¿la gente no sabe lo que es el espacio, el tiempo para pensar y perdonar? Parece que no.

—Caye, ayer me preocupaste.

Max entra sin llamar, como de costumbre, y me sobresalta.

—Estoy bien, ya lo he superado —le aseguro yo.

No pienso soltar prenda, no soy de las que abren su corazón y hablan de sentimientos durante toda una tarde. La gente dice que eso de guardarte cosas es malo, pero qué se le va a hacer, no todos estamos cortados por el mismo patrón.

—¿Van a seguir llegando muchos más ramos?

—Espero que no —deseo en voz alta.

Mi cara de desagrado lo dice todo.

—Por cierto, vuelves a salir en la Cuore. Le has ganado la batalla a una modelo de lencería, nena, deberías sentirte orgullosa.

—Max, sé que lo oíste todo. ¿De verdad piensas que mágicamente ahora le intereso de verdad a Will?

—¿Tengo que responder? ¡Por supuesto que sí! —exclama entusiasmado.

—Pues yo no lo creo.

—Mira la revista. Si te besó con ese pijama de corazones tan horrendo, realmente le gustas.

¿¡Cómo?! ¿¡Cuándo?! ¡Santa Mierda!

Abro la revista y allí está la foto. Ah, mierda, sí que se me reconoce.

Seriamente, tengo que alejarme de Will, mi vida amorosa no quiero que sea pública si ni siquiera puedo salir en la portada del Vogue de forma decente.

—Pero si me pilló desprevenida, ni siquiera lo besé de vuelta —me lamento viendo esa imagen.

—Ah, por cierto, tienes visita.

Sale de mi despacho a la vez que otra persona entra y cierra la puerta de un golpe. Sé quien es, le he visto de reojo.

—McHeather, vete, no estoy de humor para tus insinuaciones —le digo sin despegar los ojos de la mesa.

—¿Y esto?

Ha traído su propio ejemplar de revista, y me lo lanza. Alzo la vista hacia él, tiene las facciones tensas y los ojos muy abiertos.

—Mi vida no te importa.

—Por supuesto que me incumbe. Te está utilizando.

—Ya lo sé, pedazo de mierda —exclamo elevando la voz—. Sé que es tu primo, sé lo que hiciste.

No quería decírselo, solo ignorarle y que se alejase de mí, pero acabo gritándole. Su cara cambia radicalmente y se entristece.

—¿Ahora no dices nada? Podías habérmelo contado. Has tenido millones de oportunidades para explicármelo y no has dicho ni una palabra. ¿A qué esperabas para hacerlo? ¿A que se me lanzase?

—No quería que lo supieras —musita.

—¿Te parecía divertido que jugase a ser el perfecto caballero conmigo? Dime, ¿te hacía gracia, te reías cuando veías que tenía que quedar con él porque era mi cliente? ¿Te gustaba pensar que tenía que tragarme sus piropos e insinuaciones?

Un golpe en la mesa con su puño hace que me calle, y me asusto.

—Un puto asco, esto es lo que me provoca. Que te mienta de esa manera…

—Mira quién fue a hablar.

Se pone de cuclillas y gira mi silla hasta ponerse enfrente.



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